Decía que sus favoritos eran los de Noviembre, cuando el cielo estaba medio naranja medio amarillo, como en llamas, y la tierra aún azul oscuro con girones de niebla rodeando las montañas. Con una sonrisa en la boca, comiendose el nuevo día a grandes cucharadas, me repetía que eran más sabrosos, un poco ácidos y que los girones de niebla le hacían cosquillas en el paladar al fundirse su frío.
Yo siempre había preferido la noche, pero oyendo a Clarette hablar, con las mejillas encendidas de sus amaneceres favoritos,era imposible no dejarse llevar por el entusiasmo que derramaban sus ojos de cielo líquido.
1 comentario:
Sin más palabras, que no es lo mismo... Precioso. No puedo decir más.
Publicar un comentario