jueves, 21 de octubre de 2010

Clarette come amaneceres


Clarette se alimentaba de amaneceres. Yo nunca la entendí, siempre había pensado que la oscuridad tenía mejor sabor, pero ella se los comía a cucharadas con esos inmensos ojos azules suyos, nunca satisfecha, como una niña golosa a solas con un bote de Nocilla.

Decía que sus favoritos eran los de Noviembre, cuando el cielo estaba medio naranja medio amarillo, como en llamas, y la tierra aún azul oscuro con girones de niebla rodeando las montañas. Con una sonrisa en la boca, comiendose el nuevo día a grandes cucharadas, me repetía que eran más sabrosos, un poco ácidos y que los girones de niebla le hacían cosquillas en el paladar al fundirse su frío.

Yo siempre había preferido la noche, pero oyendo a Clarette hablar, con las mejillas encendidas de sus amaneceres favoritos,era imposible no dejarse llevar por el entusiasmo que derramaban sus ojos de cielo líquido.

1 comentario:

Modesto J. Gázquez dijo...

Sin más palabras, que no es lo mismo... Precioso. No puedo decir más.