martes, 24 de agosto de 2010

Llanto y molinillos II


Andábamos en silencio, arropados por el zumbido de los coches, como abejorros, que volaban por la avenida, a nuestro lado. Yo iba entre triste y enfurruñada, meditabunda, volaba como los coches y los abejorros, lejos, muy alto, pero a tu lado.

Te retrasaste un poco y me giré a ver qué pasaba. Te agachaste y te acercaste hacia mí con las manos cerradas, como si llevaras un tesoro pequeño y frágil entre ellas, y tu sonrisa pícara favorita colgada de los labios.

Yo te miraba entre curiosa y deslumbrada, como me pasa siempre que sonríes, mientras te acercabas.

- ¿Que pasa?- te pregunté, siempre impaciente

Te pusiste a mi lado y abriste las manos despacito, con calma, como quién desvela un secreto maravilloso y fascinante.

- Pide un deseo- dijiste, sin dejar de sonreír- ah! y sopla...

Un pequeño molinillo blanco, frágil y maravilloso, descansaba en el hueco de tus manos.

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