Te retrasaste un poco y me giré a ver qué pasaba. Te agachaste y te acercaste hacia mí con las manos cerradas, como si llevaras un tesoro pequeño y frágil entre ellas, y tu sonrisa pícara favorita colgada de los labios.
Yo te miraba entre curiosa y deslumbrada, como me pasa siempre que sonríes, mientras te acercabas.
- ¿Que pasa?- te pregunté, siempre impaciente
Te pusiste a mi lado y abriste las manos despacito, con calma, como quién desvela un secreto maravilloso y fascinante.
- Pide un deseo- dijiste, sin dejar de sonreír- ah! y sopla...
Un pequeño molinillo blanco, frágil y maravilloso, descansaba en el hueco de tus manos.