lunes, 21 de mayo de 2012

París



Anoche soñé con París, ¿te acuerdas?Aquel viaje intempestivo en mitad de un momento no precisamente idóneo, aquel viaje que lo cambió todo sin que pasara nada. ¿Recuerdas?

El destartalado autobús, las largas horas de camino,tu walkman y mi discman, tus cintas y mis cds, auriculares enredados como los cambios de asiento que buscaba una comodidad esquiva, una confidencia que corría de boca en boca a murmullos rápidos, parada y fonda en lugares tan anónimos como nosotros mismos, furtivos, de noche, o espantados por el Sol de una mañana que no sabíamos cómo había llegado.

Y París...¡París! Misteriosa, fría amante de piedra y nubes grises, con un chal de neblina roto por el oro de sus pendientes de luz; sus puentes, todos ellos mágicos, o la magia que nosotros creíamos ver en cada esquina. Su olor a pan caliente y a nutella saliéndose del crêpe, a siglos de historia y avenidas rectas, nos terminó de volver locos aquella noche de desvelo, tumbados sobre la hierba mojada de aquel parque, contando estrellas.

La noche se hizo nuestra y con ella lo imposible. Mil almas al calor de algo que no se podía ver, pero que se sentía, una corriente eléctrica que cruzaba el aire de tu ventana a la mía e iluminaba todo lo que le salía al paso. Ahogada en el pozo de tus ojos, arropada por tu olor, la noche en vela más inocente que nos quedaba, nos velamos separados por un abismo de dos centímetros de piel con piel, ardiendo sin tocarnos.

Y la certeza, la promesa loca y la seguridad de que nuestro era el futuro, de que no podía ser otra cosa sino un nosotros, más pronto que tarde pero, al fin y al cabo, al final del camino, los recodos de la vida nos encontrarían juntos. Esa certeza de que era nuestro destino, como de esos héroes del determinismo que tanto nos gustaban.

Quiza por eso anoche soñé con París, porque ya nos quedan héroes, ni puentes, ni pozos, sólo recuerdos y medio futuro.