lunes, 30 de marzo de 2009

Marchando otra ronda de Bolonia

Después de mi reflexión de hace unos días acerca de Bolonia y el sistema educativo español en general, me encuentro con una columna de Fernando Savater (Folósofo y reconocido ensayista) en ElPais.com, donde Savater se plantea muchas y muy acertadas reflexiones acerca del mismo tema. Por eso, y por dar mejor voz a las protestas que ya se viene elevando desde hace tiempo desde los colectivos de estudiantes (que no todos son, o hemos sido, "vándalos descerebrados que solo quieren armar bulla") aqui os dejo esas perlas de sabiduría y buen hablar.

PREGUNTAS SOBRE BOLONIA (Fernando Savater- ElPais.com 30/03/2009)

1. Las autoridades del Ministerio y de muchas universidades españolas tienen gran empeño en defender -aunque más con eslóganes publicitarios que con argumentos- las bondades de los objetivos del plan Bolonia. Naturalmente, nadie puede estar en contra de promover la compatibilidad de las titulaciones y la movilidad de los estudiantes, de facilitar a estos últimos su inserción en el mercado laboral europeo o de transformar nuestras universidades y volverlas más atractivas para captar estudiantes de otras partes del mundo. ¿Pero es eso lo que previsiblemente se va a producir una vez culminado el proceso de Bolonia? ¿No se les ha ocurrido pensar a nuestras autoridades que una cosa son los efectos deseados y declarados de una determinada política y otra sus efectos reales?

2. El hecho de que algunas carreras universitarias, y no precisamente marginales -como Medicina, Arquitectura y diversas ingenierías "clásicas"-, hayan quedado fuera del proceso y se las haya privado, en consecuencia, de lo que se anuncia como grandes bienes para las otras, da qué pensar. ¿Acaso los anteriores objetivos no son de aplicación a los futuros médicos, arquitectos e ingenieros? ¿Será quizás que alguien ha considerado -lo que no dejaría de ser un alivio- que hay ciertos riesgos que no conviene correr? ¿O será simplemente que hay algunos gremios que siguen contando con una considerable capacidad de presión?

3. Resulta bastante curioso que la homogeneidad que pretende lograrse en el ámbito europeo vaya a hacerse a base de exacerbar la heterogeneidad entre los diversos planes de estudio (para las mismas titulaciones) de las diversas universidades españolas. ¿Son conscientes, las autoridades ministeriales y los rectores, de cómo se están elaborando los planes de estudio en la mayoría (por no decir en la totalidad) de las universidades públicas españolas? ¿Era eso lo que se pretendía cuando se decidió dar libertad total a las universidades a la hora de configurar titulaciones y de diseñar planes de estudio?

4. Fuentes enteramente fidedignas aseguran que no; que lo único que pretendió el ministerio con esa (irresponsable) decisión fue evitarse problemas. ¿Pero no resulta extraño que políticos de ideología socialista no fueran conscientes de los riesgos de semejante desregulación? Y, en todo caso, a la vista de lo que ha pasado con las políticas de desregulación en el ámbito económico y financiero, ¿no sería conveniente aplicarse el cuento en relación con las universidades? ¿Es tan disparatado pensar que la codicia con que ha obrado tanta gente en el mundo de las finanzas tiene un pendant bastante exacto en el deseo de no perder o de aumentar su poder por parte de los numerosos mandarines universitarios?

5. La aplicación que se está llevando a cabo de la Declaración de Bolonia en muchos países europeos se aleja en aspectos importantes de lo que está ocurriendo en España. Por ejemplo, tanto Francia como Italia, Alemania o Reino Unido -o sea, los países cuyas tradiciones jurídicas solemos tener como referencia- han renunciado a estar en el sistema de Bolonia por lo que se refiere a la carrera de Derecho. ¿Habrá que advertir quizás a estos países del gran error que están cometiendo? ¿O será que se han dado cuenta del hecho elemental de que los estudios de Derecho tienen un carácter marcadamente nacional, de manera que tiene escaso sentido hablar aquí de homologación de estudios? ¿Y no ocurrirá algo parecido en relación con otras titulaciones pertenecientes al campo de las ciencias sociales o de las humanidades?

6. Es casi imposible no pensar que lo que la reforma de Bolonia va a producir en un futuro inmediato, con la sustitución de las licenciaturas por grados, es justamente una degradación de los estudios y de las titulaciones; o sea, los graduados de mañana sabrán menos que los licenciados de hoy y tendrán un título que les abrirá menos oportunidades laborales. ¿O alguien cree que por arte de birlibirloque, aun contando con el concurso de pedagogos y psicólogos, lo que antes se aprendía en cinco años va a poder ahora asimilarse en cuatro? Quedan, claro, los estudios de posgrado, pero ¿cuántas universidades estarán en condiciones de ofrecer títulos de master "competitivos en el mercado laboral"? ¿De verdad se cree que va a ser tan fácil, desde el punto de vista económico, acceder a ellos como hoy lo es acceder a una universidad pública? ¿Han pensado los rectores de muchas, de la mayoría, de las universidades públicas las consecuencias que va a tener la conversión de sus instituciones en colleges (como se sabe, en Estados Unidos, los colleges son centros de educación que, aun siendo universitarios, están a mitad de camino entre nuestras universidades y nuestros institutos de enseñanza media)? ¿Es eso lo que quieren?

7. El gran avance en los métodos de enseñanza que, se supone, significa Bolonia no es otra cosa que una imitación del modelo estadounidense. No cabe duda de que algunas de las universidades de ese país constituyen centros de excelencia en cuanto a la investigación y a la docencia y que, por lo tanto, tiene pleno sentido tomarlas como modelo. Lo que ocurre es que cualquiera que conozca mínimamente esas universidades sabe que la excelencia se debe a los medios de financiación con que cuentan y a otros factores "subjetivos" como la calidad de los estudiantes, la dedicación de los profesores y la "cultura institucional" (que haría imposible, por ejemplo, que pudieran aprobarse titulaciones y planes de estudio como los que se están elaborando en nuestras universidades). ¿Cree el ministerio que todo ello se va a conseguir a golpe de Boletín Oficial del Estado y como simple efecto de "la sana competencia entre universidades"? ¿Ignora, por ejemplo, cómo se están confeccionando -con qué "seriedad"- los apartados "metodológicos" de los planes de estudio?

8. La Declaración de Bolonia fue un mero compromiso que no vincula jurídicamente a los Estados y que se está aplicando de manera muy desigual en los diversos países europeos. A la vista de que es cuando menos plausible que la rápida culminación del proceso en nuestro país puede ocasionar daños graves e irreparables, ¿no sería razonable establecer una moratoria, con independencia de que quienes la están pidiendo desde hace algunos meses sean o no estudiantes "antisistema"?

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense.

viernes, 27 de marzo de 2009

"El Cachirulo"


Esta mañana, de camino al trabajo, he observado una escena que me ha hecho sonreír. Luego, llegando a la oficina, me he puesto a reflexionar.

El caso es que, llegando a una replaceta de mi pueblo donde hay una heladería, he observado a una chiquillería, vestidos con el uniforme de algún colegio, que se acercaba a la heladería en cuestión. Y, de repente, ha surgido un gran alboroto, risas y un “¡¡¡Bieeeeeeeeeen!!!” de esos que sólo los niños son capaces de lanzar. Y yo, ingenua de mi, pensaba que tan efusiva muestra de regocijo se debía a que los profesores, en un alarde de generosidad extraordinario, iban a comprarles un helado a los chiquillos. Nada más lejos de la realidad: el alboroto se debía a los malabares improvisados de uno de esos personajes típicos y pintorescos de cada pueblo, que aquí tiene el poco original nombre de “El Cachirulo”. Y, entonces, he sonreído.

El Cachirulo es un abuelote, de edad indeterminada, que haces malabares con su bastón cada ves que se cruza con un grupo relativamente nutrido de público entusiasta y potencial: los niños. Igual lo lanza al aire mientras gira sobre sí mismo y lo coge con la palma de la mano abierta que le pone una serie de botellas de detergente vacías en la punta arriba y se pasea con el haciendo círculos. Hasta aquí nada más de extraordinario. O sí. Porque este hombre de edad indeterminada lo es de verdad.

Yo no sé cómo funciona la memoria humana, si es posible tener recuerdos de muy pequeño, pero resulta que yo sí que tengo un recuerdo de la guardería. Mi guardería, que ahora se llama Clara Campoamor, tenía ese típico patio de guardería con sus columpios, sus toboganes, y esas ruedas neumáticas clavadas al suelo y pintadas de colores que tan divertidas eran. Lo normal en una guardería, supongo. Pero había algo más. El patio de mi guardería lindaba (y aún linda) con un parque municipal, el “parque de los patos”, y por él, indefectiblemente a la hora en que salíamos al recreo, se paseaba “El Cachirulo”. Recuerdo que nosotros ya le conocíamos (a él y a su bastón acróbata) y él, haciendo se el interesante, fingía pasear por el parque. Entonces nosotros nos acercábamos a la valla que nos separaba del parque y le llamábamos con todas nuestras fuerzas : “¡¡¡Cachirulooooooooo!!!¡¡¡Cachiruloooooo!!!”. Él se giraba y sonreía, y daba comienzo a la función.

Todo esto pasaba hace 20 años y hoy, como por casualidad, me he vuelto a cruzar con él. Y sigue tal y como lo recordaba, un hombre mayor, pero no viejo; en el limbo de una edad indefinida, acompañado indefectiblemente de su bastón y aún haciendo reír a los niños.¿Es esto posible?¿de dónde ha salido este ilusionista de la sencillo?¿cómo puedo seguir igual que hace 20 años?

Esas preguntas me han tenido un rato pensando en ese hombre y, por eso, quería ofrecerle este modesto y anónimo homenaje. Una breve nota acerca de la vida de un hombre que no pasará a los libros de la historia del municipio, que nunca será nada más que un señor de edad indefinida que se pasea con su bastón, esperando a los niños, pero que siempre tendrá un lugar en el recuerdo de todos aquellos a los que, alguna vez, nos hizo o nos hace sonreír.

jueves, 26 de marzo de 2009

A vueltas con Bolonia

Ya hace tiempo que “semos” europeos pero, por lo que se ve, ya no estamos tan orgullosos de serlo.

Ayer leía una noticia referente a todo el tema este de Bolonia, con el follón que se ha armado en Barcelona con el encierro de los estudiantes y la brutal carga policial que nos recordó a las escenas de los grises contra estudiantes en la serie Cuéntame (para aquellos que no hemos vivido esa época). Por lo visto los estudiantes han encintrado un nuevo bunker en el que recluirse y, entre los mossos, han pagado justos por pecadores: han destituido al director general (como si el fuera el responsable último de que sus subordinados sean unos cafres) y todos contentos.

Y luego, por la noche, comentaba con un amigo que vale, que lo de adaptar nuestros planes de estudios al modelo europeo con el fin de establecer titulaciones unificadas y reconocidas en todo el ámbito de la UE está muy bien, pero que lo de Bolonia desprende un tufo a chamusquina que no hay quien se lo quite. La reforma de la educación superior me recuerda, con inquietante insistencia, a la chapuza de la LOGSE y la ESO. Es decir, a ley sacada mal y pronto, con prisas, porque, después de casi un cuarto de siglo en la Unión, nos entra la urgentísima necesidad de adaptar nuestro sistema educativo superior al de nuestros vecinos, que no se diga.

Pero, cuestiones de buena o mala planificación de la reforma aparte, creo que el mayor problema es el sistema universitario español en si mismo, que es el que necesita una reforma interna primero, para después poder adaptarlo a los modelos de nuestros mejor planificados vecinos. Porque, vamos a ver señores/as diputados/as, ¿cómo pretenden cambiar radicalmente el sistema de gestión de los contenidos y el método de evaluación cuando el 90% de sus ilustres profesores universitarios aún siguen el modelo de las clases magistrales? ¿Cómo pretenden hacer de la obligatoriedad de asistir a clase un baremo de calificación cuando los estudiantes no acuden a clase (por uno u otro motivo) ni en la ESO, cuando por ley están obligados?

Seamos lógicos y empecemos por la punta. Hay que empezar por cambiar el concepto mismo de la educación en la mente de los profesores y de sus curriculos docentes: de qué nos sirve aprender ingentes cantidades de contenido teórico que luego ni vamos a aplicar en el trabajo cotidiano y, ni tan siquiera, recordar en la mayoría de los casos. Sé que muchos me diréis que eso es lo que pretende Bolonia y yo os contesto:¿alguien se lo ha explicado a esos viejos profesores?¿alguien les ha hecho entender que se acabaron las clases en las que, nada más entrar tu, empezaban a hablar y ¡hala, a pillar lo que puedas!?

Humildemente creo que no sólo las actuaciones están siendo rápidas y mal hechas (como nos encanta hacer las cosas en este país y, si no, he ahí el ejemplo de la salida de Kosovo, que no por urgente ha estado bien ejecutada) si no que no nos van a servir de nada. Sí, mucha teoría y mucha buena intención pero, a la hora de la verdad, a ver quién es el guapo que le explica a un profesor de “derecho romano” o de “farmacología” que a partir de ahora sus clases han de ser “dinámicas e interactivas”.