Aún recuerdo cuando la conocí, su gesto despreocupado mientras fumaba el cigarrillo como una suerte de asesinato con carmín, su chaqueta de cuero y aquellos vaqueros desgastados, perfecto estereotipo de chica mala en un lugar peligroso, de esos que te llevan a preguntar "¿que hace una chica como tu...?".
Selene me enseñó a amar la noche, su comida preferida, que almacenaba en esos grandes ojos tristes. Yo creo que por eso se le pusieron negros, de tanto tragar oscuridad, humo de cigarros y olor a vino rancio.
- La noche,- decía acodada en cualquier barra- puede darte lo que pidas; puede ser sórdida y mezquina, fría y solitaria, aterrorizante...o puede regalarte un millón de diamantes contra terciopelo negro, para que tu elijas.
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