jueves, 6 de agosto de 2009

Einstein


Una vez Albert Einstein le escribió una carta a un amigo, Max Born, en la que decía: “Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy muy seguro de lo primero.”

Algo así pensaba yo esta misma mañana cuando, viendo las noticias mientras me preparaba para ir a trabajar, he escuchado que hoy es el aniversario de un acontecimiento infame: el bombardeo nuclear contra Hiroshima perpetrado por los (¡Oh!¡salvadores de la humanidad!) americanos. Un “pequeño experimento social” (a la par que demostración de fuerza bruta por parte de esta “civilizada” sociedad) que les quitó de golpe las ganas a los japoneses de jugar a la guerra.

En la tele hablaban de cientos de miles de muertos, como el que habla del tiempo, y yo no he podido más que preguntarme acerca de lo que vendría después, de las consecuencias a largo plazo de esos ataques y qué pasaría, hoy en día, con todo el arsenal nuclear repartido por el mundo (entre países más o menos beligerantes, más o menos “peligrosos”) que se conoce y, lo que es peor, aquél de cuya existencia no tenemos ni la menos idea.

Solo una raza tan estúpida como la humana sería capaz de fabricar en serie, como si fueran churros, unas armas cuyo uso no solo aniquilaría al enemigo sino a toda la humanidad (incluidos aquellos que decidieran hacer uso de él) en un abrir y cerrar de ojos. Hay una especie de “leyenda urbana” por ahí que dice que, actualmente, existen la suficientes armas nucleares como para erradicar la vida sobre la faz de la Tierra varias veces.

Y yo, que seré muy ingenua, me pregunto ¿para qué?¿Cuál es el motivo de gastarse una burrada de miles de millones (o quién sabe si billones) de dólares en un arma que, si se usa, no dejará títere con cabeza?¿Quién nos asegura los efectos a largo plazo de ese material?¿Por qué crear una arma que es indestructible, literalmente? Porque el problema de estas armas no es ya el daño directo que causan en el momento de su lanzamiento sino lo que viene después.

Todos hemos oído hablar del invierno nuclear y de las horribles mutaciones tanto humanas como animales y vegetales a consecuencia de la radiación así como de las incontables enfermedades que surgen después de una exposición prolongada a los efectos invisibles, pero letales, del uranio pero, realmente, nuestros conocimientos sobre la materia son todavía (por suerte) muy escasos. Después del desastre de Chernobil, por ejemplo, aún no sabemos cómo, ni cuándo, esa zona volverá a ser “segura” y la vida en ella será “normal”(si es que vuelve a serlo algún día) y eso que fue un “pequeño” incidente comparado con la potencia del arsenal nuclear mundial.

En todo eso pensaba yo esta mañana mientras me deba cuenta, aterrorizada, de que nosotros seguimos aquí, creando armas nucleares al peso, dejándolas en manos de cualquier cacique local o superpotencia mundial con poco seso y mucha pasta que, un día, se levantará con el pie izquierdo y nos mandará a todos a freír monas. Y entonces, he pensado en Einstein.

2 comentarios:

psik0 dijo...

Yo creo que hay suficientes armas para erradicar a la humanidad, pero no la vida. Porque la vida comprende muchas mas cosas, solo los escarabajos ya pueden aguantar la radiactividad.

AngelDeBruma dijo...

Eso es cierto...pero es que no puedo concebir de qué viviría ese escarabajo en un mundo arrasado donde no crece ni la hierba...