lunes, 22 de junio de 2009

Puntos de luz


"Aquel agujero se tragaba la luz como si de un boquete cósmico se tratara. Desde antes de traspasar ese lúgubre umbral, ya podía escuchar el galimatías de sonidos superpuestos que procedían de algún punto impreciso de la penumbra que se extendía más allá.

El calor sofocante que se le había pegado la ropa a la piel horas antes no se mitigó nada cuando se refugió entre las sombras que parecían campar a sus anchas en aquel lugar. Un extraño olor, como de rancio con solera, cuyo origen era imposible descifrar, se apoderó de su nariz y le hizo torcer el gesto durante un breve instante.

El sonido crecía en intensidad allí dentro, mientras avanzaba lentamente por el pasillo esperando a que sus ojos se adaptaran a la penumbra. Finalmente, el ruido se hizo atronador al tiempo que su acompañante se paraba frente a una estrecha puerta de madera que lucía una estrella gris con un número en su interior.

-Aquí es- le gritó, tratando hacerse oír por encima de aquel estruendo, como si aquello fuera algo que necesitara confirmación.

Y, sin más, entraron.

El pequeño cuarto no era mucho mayor que un trastero grande o al menos, eso parecía, porque su tamaño, pensó ella, era difícil de determinar dada la gran cantidad de trastos que habían diseminados por toda su superficie. A duras penas, entre cables, trípodes, amplificadores y otros elementos del estilo totalmente inidentificables, se podían distinguir las tres figuras culpables del atronador sonido que reptaba hasta la puerta.

La luz de aquel lugar la fascinó. Un claroscuro de pequeños puntitos de colores que desdibujaban los contornos de todo lo que podía intuir que estaba allí. Jugando a reflejarse contra alguna de las escasas superficies donde la capa de polvo aún no era lo suficientemente espesa le daba a la escena un aire irreal, como de cuento de hadas truncado por un lobo feroz.

Supuso que, en algún lugar había un aparato de aire acondicionado, pues podía sentir una brisa fresquita que le lamía la piel a intervalos irregulares. Se acercó a la fuente de aquel tremendamente agradable por inesperado alivio y se acomodó lo mejor que pudo a escasos pasos de la mágica luz. Alguien le alcanzó un cigarrillo y, mientras fumaba, lentamente, se fue fundiendo con la luz, la artificial brisa y el atronador ruido del lugar".

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