lunes, 31 de agosto de 2009


Me acuerdo de aquella noche. Jugábamos a escondernos tras la música y la oscuridad, ocultos en el barullo asfixiante de las últimas noches de un verano perezoso, mientras nuestros ojos se buscaban sedientos. Yo deseaba que me desearas y me contoneaba bajo mi forma de pavo real, siempre en la distancia, esperando otro cruce fugaz de tus ojos brillantes de lujuria con los míos. Tu parecías perdido pero me encontraste allí, justo donde debía estar, un amante en mi puerta, y nos enredamos contra aquel cuchitril de pasión 2.0. Luego, cómplices de un fuego que nadie más parecía ver, sofocamos las llamas con guiños traviesos de complicidad. Y caímos enredados en mi cama, un barullo de pies y manos y una extraña liberación, como esa certeza que te coge desprevenido, cuando ya no esperabas una respuesta, para hacerte saber que, de algún modo, ya nada en tu vida volvería a ser igual.

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